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La religión en la Unión Europea se practica en el marco de la libertad de culto garantizada por cada Estado miembro de la organización.[3] Sin embargo, mediante el artículo 17 del Tratado de Funcionamiento de la Unión Europea (TFUE), la Unión cuenta con un fundamento jurídico para un diálogo regular entre sus instituciones y las iglesias, asociaciones religiosas y organizaciones filosóficas o no confesionales.[4]
El Parlamento Europeo ha definido la laicidad como «la estricta separación de las autoridades religiosas y políticas», lo que según dicha institución conlleva el rechazo de “cualquier injerencia religiosa en el funcionamiento de las instituciones públicas, así como de cualquier injerencia pública en materia religiosa”. No obstante este principio esta sometido al objetivo primordial de “hacer respetar las normas de seguridad y preservar el orden público”.[3]
En los 27 Estados miembros de la Unión Europea, así como de los Estados en negociaciones de adhesión (Albania, Macedonia del Norte, Montenegro, Serbia, existen algunas diferencias por motivos religiosos entre sus habitantes. En general, la mayoría de ciudadanos europeos que profesan alguna religión se adscriben al cristianismo, en alguna de sus diferentes ramas (católica, protestante u ortodoxa). Así, mientras que en algunos países como Italia, España, Francia o Irlanda predomina la religión católica; en otros como Suecia o Dinamarca predomina la religión protestante,[5] y en otros como Grecia o Rumania la religión ortodoxa.
Además, el porcentaje de agnósticos y ateos en los estados de la UE también varía según el estado en el que se encuentre. Por otra parte se encuentran casos, como Dinamarca, donde existe una religión de carácter estatal.[6] La aconfesionalidad del estado no es por tanto un requisito para entrar en la Unión (siendo este un aspecto interno de cada país) pero sí que se garantice la libertad religiosa para cualquier credo, según recoge la Carta de los Derechos Fundamentales.[2]